Durante los rodajes hubo momentos mágicos, en los que la bruma artificial que creó el equipo de rodaje se pegaba a la superficie casi helada del río por la que debían caminar los actores completamente descalzos durante casi dos horas hasta conseguir las tomas que buscábamos. De esta forma comprendimos por un momento lo dura que fue la vida para nuestros antepasados.
El atrezzo dispuesto por Sylvática era excelente, con pieles reales de animales similares a los que convivieron con nuestros protagonistas, incluida una de lince, muy antigua, que le daba a los planos un verosimilitud que por momentos nos puso los pelos de punta, tan impresionante era el paisaje de esta desconocida para muchos, Burgos, la tierra de mi padre, y la cuna de héroes que, si hubieran nacido en Inglaterra, dispondrían de cientos de películas que hablaran de ellos. Mientras el sobrevalorado Rey Arturo, de cuya existencia se duda seriamente, o las ruinas de Stonehenge, o el muro de Adriano (que era un emperador romano español, por cierto), figuran hasta la saciedad en la iconografía del cine, otros como El Cid Campeador o la mismísima Atapuerca con sus habitantes, no gozan de similar impacto universal, a pesar de merecerlo mucho más. No sólo por su importancia histórica real, sino por sus características objetivas.
Nuestro querido Doctor Arsuaga contribuyó a ello sin quererlo al cometer un error que algún día figurará en los libros como el paradigma de lo que un inglés, un francés o un alemán jamás harían. Descubrió en julio de 1998 en la Sima de los Huesos un hacha de mano bellísima rodeada de cadáveres humanos fósiles, lo que le confería un posible carácter ritual que la convertía en la ofrenda más antigua conocida por la humanidad. El descubrimiento, de impacto mundial, fue la portada de la revista Science, la más prestigiosa publicación científica del mundo. Pero en el momento de hallarla, poseído por la emoción e influido sin duda por las decenas de películas que vio de niño sobre el Rey Arturo y la Tabla Redonda, Juan Luis Arsuaga subió el hacha en su mano y dijo: ¡EXCALIBUR!.... ¿excalibur?, ¿en tierras del Cid, Excalibur?, y así se quedó bautizada esta pieza única para siempre, con el nombre de una espada inventada anglosajona que jamás existió, de un Rey que tampoco existió perteneciente al universo simbólico de un país que sistemáticamente ningunea a los españoles en la historia, la ciencia y los medios de comunicación, y que nos llaman pigs.
Si el gran Arsuaga hubiera meditado un momento (por cierto que su primera intervención en un documental lo fue en uno dirigido por nosotros hace años titulado Hombres, Osos y leones (1992) de la serie Osos y Madroños) y le hubiera llamado al hacha TIZONA, que es el nombre de la espada real de Don Rodrigo Díaz de Vivar alias El Cid Campeador, la portada de Science hubiera sido muy diferente. Bajo la foto magnífica del hacha de Arsuaga, se hubiera leído "TIZONA", y dado que casi nadie en el planeta sabe qué significa esa palabra, se hubieran visto obligados los editores a añadir en el artículo interior algo así como: "Tizona es el nombre de la espada, que aún existe, de un caballero español nacido en Burgos en el año 1048 famoso por sus hazañas bla, bla... y medio mundo se hubiera enterado de la existencia de este extraordinario héroe de nuestra historia, en vez de volver a oír por enésima vez la leyenda auto proclamada del tal Arcturus que los anglosajones se empeñan en ensalzar a falta de personajes reales en su historia de tal magnitud. Y en todo esto pensábamos mientras rodábamos en estas tierras magníficas con olor a enebro y sarmiento, masticadas por las merinas y en las que bajo cada piedra hay un capítulo de la historia del mundo. Querido y admirado Juan Luis Arsuaga, si lees esto, que sepas que traté de decírtelo varias veces pero, rodeado de admiradores como estabas, decidí dejarlo para mejor ocasión. Como te quedan muchas maravillas por descubrir, solo te pido que cuando levantes el próximo fósil, te acuerdes de que nuestra identidad hispana va mucho más allá de la Selección Española de Fútbol o Rafa Nadal. En manos de genios como tú está la responsabilidad de que nuestros nietos no sigan llamando Excalibur a todo lo que les produce orgullo.
1 comentario:
Es verdad que unas veces por desconocimiento y otras por comprejos inducidos, no sabemos valorar nuestra historia, y estamos más dispuestos a engancharnos a los mitos de otros lares antes que a las gestas de nuestros antepasados.
Espero que fuera bien el documental. Hay una francés que echaron por televisión a propósito de la evolución humana. Se veía muy trabajado, pero sacaban a los hombres prehistóricos mudos. Poblados de gente ensimismada en sus trabajos y silentes. Quedaba muy fingido. Espero que este otro sea igual o mejor que el francés pero, además, con humanos parlantes, es decir, sociales y verdaderamente humanos.
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